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«Floret silva nobilis floribus et foliis»

[A un joven poeta, a una flor emplumada]

En la flor de vuestra roca
Senté yo la mirada,
La belleza nunca es poca
De la flor coronada.

[Publicado en la Revista Telescopio en 2018]

[Los hombres de las flores nalgas]

[ ] de los pies desnudos
Ya solo quedan ramas
Y de los muslos rudos
Flores en mis ventanas.

Si el sol las ilumina
Los ojos: gran belleza
Y los colores riman
Vuestra naturaleza.

[Publicado en la Revista Telescopio en 2018]

De lo posmoderno y prosaico

Anacronismo postreal

Manifiestos coloridos
de letras punzantes
buscaban poetas
gritando ansí

Se busca lingüista
con capullo de ángel
que haga de hipster
dejándose barba.

Y yo,
que me seco de tanto hidromiel,
que ya no distingo una Romana de una Gótica,
veo dobles las bases redondas

Gritemos de alegría
tace una apagada voz del metro.
El metro se ha convertido en un tren de alta velocidad,
de precios insoportables;
hasta es más barato emborracharse.
Comer no, no es barato:
hace tres meses que me niego a pagar
y me llegó una citación judicial,
dice que por comer demasiado,
que si no, me enfrento a la pena
de que mis manifiestos no se sigan publicando.

Concurso de manifiestos,
mega manifiestos,
con letras de tamaño doce,
Nuevos los Tiempos post Romanos,
mecanografiados a una cara
y doble espacio,
entre tres y diez páginas.

Siempre dije que,
psicoanalíticamente hablando,
es más barato fumar,
intoxicarse,
morirse
y resucitarse,
que uno de esos concursos.

Mientras,
la vida cae, condensa y se evapora,
y las tumbas se llenan cada vez más de manifiestos:
Mejor manifestista.
Medalla Manifestistas por la Paz.
Premio Manifiesto Universal.
Y, sobre todo, best seller.

¿Qué será de mí el año que viene?

Dictamen

me dijo

Mira, tienes que vender.
Haz un escándalo:
siempre tienes que escribir versos
que contengan un número impar de consonantes.
Nunca escribas una sola palabra
con dos, cuatro o seis consonantes.
Abandona tu vocabulario de alma.
Escribe los títulos de tus libros antes de escribirlos
y, sobre todo, avísalos con trompeta
para que los compren antes de que tú los vendas.
Tienes que dejar de fumar,
y nunca tomes vino tinto.
¿Qué dirá la gente si te ve tomando vino con gambas y queso?
No, no puedes hacer esto,
tienes que dejar de comer gambas con queso.

Nucleosíntesis primordial

rastreo mi sol y mi fusión
en metales grises
que ni acabó ni empezó
nunca nunca nunca

a veces miro mi estrella preferida
el infierno humano
y veo un corrimiento al rojo
del espectro electromagnético
y veo como el infierno se aleja
más y más de mí
de mi lengua
de mi garganta seca
de mis neuronas disecadas
de mi lóbulo parietal
cortado en franjas sobre medio panes
panes que se comen mis fans
aullando
sollozando
y
sobre todo
gimiendo de asco y placer
y me quedo triste al ver una expansión exponencialmente acelerada
entre mi infierno y yo
porque veo cada vez más cerca el Edén
con pulcra agua que beber
y yo hace dos siglos que no consumo agua

[Publicado en la Revista Telescopio en 2017]

El finalmente cogito ergo sum o la castración de la memoria

Esta noche ya encendí las luces de laboratorio. Mis manos, y con ellas como extensión el resto de mi cuerpo, sufren la aterradora parálisis. Hay otra mano que se extiende desde mi cerebro más allá de mi voluntad y con ella se propagan otras infinitas manos. Yazco tendido sobre la mesa de pulcra cirugía. La operación va a ser total, una aniquilación aún no mencionada. Soy un cristo sobre la mesa -de manos y piernas tendido, abierto de sexo-. La otra mano me extirpa los genitales. Ya nunca nada; el plano paisaje. Orinaré por la garganta cada vez que intente pronunciar un solo poema. Defecaré por los ojos cada vez que intente admirar una belleza (de pechos rectos, inexistentes). Soy una neurona dentro de un sistema cerebral. Me alimento de mi voluntad y razón. Ahora por fin comprendo la hipótesis cartesiana, un postulado de la felicidad. Son mis glúteos mi ósea pedantería; fueron espéculos que solía observar a través de un reflejo -espejismo-. Ahora no; sólo calculo y calculo: es mi razón de ser. Ya nunca más me asombrará la belleza de tus cardos; son antecuencias triviales de mi evolución. Cogito ergo sum.

[Publicado en Aeroletras en 2016]

Gnossienne nº 3

¿Qué se esconde detrás de la cortina de bruma
que hay delante de tu cuerpo desnudo de latidos?
Quisiera bañarme en el lago de tu alma
y dejarme arrastrar al fondo más oscuro.

[Publicado en la Revista Morbífica en 2015]

Las noches en la gruta

Era una noche ciega de estrellas,
éramos coincidentes con el centro geométrico
de la infinita urbe,
nuestro fuego alumbraba la conversación anciana.

[Publicado en la Revista Morbífica en 2015]

Los infinitos pasos

Vestigios de la realidad;
un poliedro regular sin aristas,
una tumba sin esqueletos,
una estatua que solía ser un amalgama de colores, todo esto,
está sumergido en una atmósfera impenetrable,
forma mi aritmética presente.
 
Yo camino bajo las estrellas
en una órbita nunca periódica.
¿Cómo podría imaginar siquiera
el recorrido de la memoria perdida?

[Publicado en La Poesía Alcanza para Todos en 2015]

Muertecita

Ya no tolero las sonrisas
de vuestras fingidas esperanzas
–yo os vi por fuera (y desde el interior)–.

Sonreír,
yo también puedo hacerlo;
desde la putrefacta tumba
solamente quedarán los resplandecientes dientes
–mi muerte sonreirá debajo de vuestros pies–.

[Publicado en Caminos Convergentes en 2015]

Carta a Xavier


A mí no me escribirán odas en prosa los periódicos del mañana; no me observarán con filtros de la imaginación; yo camino sobre mi sendero y solo veo árboles
–monasterio cerebral–
porque no hay ni una gota de Sol que yo no anhele; viajan en los infinitos y con ellas debo ser el Cosmos.


De mí brota una red infinita de raíces y cada vez que arrancas una flor yo siento el dolor punzante en mis extremidades.


Me quedé inmóvil frente al estigma humano. Ayer la Ciudad se había envuelto en una capa de volátil humo expatriado por las chimeneas de los discretos salones
–el individuo cuasirodeado–
–el individuo de raíces extirpadas–
–la tranquilidad seudoadquirida–.
Yo recuerdo mi lanza; el lince me miraba inmóvil. No lo sabíamos, pero con nuestro lapso se movieron las esferas cósmicas, un nuevo Big Bang dio lugar al Universo. De frente y a punto de defensa nos juramos lealtad. Retrocedimos cautelosamente
–ramas húmedas entre la flora–.


Yo ahora camino sobre la Ciudad. ¿Y qué será del lince? Porque ya no quedan fieras, en los museos yacen vestigios de mis anhelos. ¿Acaso debo respirar el formol de tu eternidad?


Yo quería ser viento y lo era. Yo quería ser agua y llovía. Lo mismo me daban las distancias del planeta Tierra, dos instantes y mis moléculas recorrerían las infinitas latitudes. Era perfectamente consciente de la curvatura del horizonte. El Cosmos era mi dogma. El planeta Tierra no se distinguía de mi molecular voluntad, éramos el uno inseparable, un átomo en esencia.

[Publicado en la Revista Ídolum en 2015]

Asesinados siglos

Mas yo no juro que este no sea un intento desesperado de la Creación,
ya no ofrendo vírgenes sobre los seculares altares de la gloria perdida
por entre columnas humeantes de papiros crucificados,
yo no ofrezco agua contagiada a los invictos absueltos
ni espero el indulto sofocado por la eternidad aterradora,
yo no condeno ya,
no analizo sus conductas resucitadas,
no veo,
no,
no expiro emergentes desesperaciones,
la Ciudad, si me percibe, me huye,
con lluvias secas,
y yo no huyo,
no,
yo no respondo a los destierros,
a las des Gayas,
a los des Bacos,
yo me niego a moverme de este charco en el que se refleja perfectamente
[mi angustia,
me niego a desplazar mis glúteos de este cemento ahogado
[por su atmósfera mortífera,
porque ya no queda nadie muerto en la Ciudad,
soy invencible.
¿Cómo es aquello que me prometiste, Madre?
el epitafio de la gloria eterna se consume por el silencio
[de los nostálgicos pies,
mi memoria yace por debajo de sus pisadas sandalias
y una escoba barre secularmente mi retrato inscrito.
¿Por qué lloras, Madre?
no me enseñes a abrazar la brevedad del tiempo,
no me enseñes, Madre, que algún día moriré,
enséñame, Madre, a reencarnarme en el silencio del Cosmos, Madre,
para que puedan volver a escribir sobre mis páginas.
Que los Dioses más antiguos me ahíjen,
para bailar la danza de la Humanidad, Madre,
para que aprenda a suspenderme en el viento,
para que mis oídos no dejen de escuchar la brisa de mis recuerdos,
para ser un girasol eterno
y mire siempre hacia su esplendor.
¿Dónde está mi Paraíso Metafísico?

[Publicado en la Revista Almiar en 2015]

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